Los que nos gobiernan creen que somos tontos, idiotas útiles que solo constituimos un voto ( o que arrastramos otros). Nos subestiman cuando creen que no nos damos cuenta que se ocupan de hablar del cambio climático, de las energías limpias, las guerras entre otras naciones e incluso las exportaciones de carbón a lejanos destinos. Van con su corte a foros mundiales llamando la atención y repartiendo regaños en foros internacionales sin la más mínima autoridad moral.
Viajando en aviones, durmiendo en cómodos hoteles y gastando dólares
Y el rancho ardiendo.
Por supuesto que vende más hablar de los problemas del vecino que de los propios, los del vecino sabes que no los puedes arreglar y los propios como no tienes capacidad de solucionarlos ( ni siquiera achicando el lío), pues dejamos postergar lo impostergable para echarle la culpa a otros ( si se produce un cambio de poder) o para eternizarse en su silla ( procurando ocultar mezquina mente sus inocultables errores)
La política decente se hace tomando los toros por las astas, abordando los problemas de casa irlos resolviendo de lo poco y útil a lo grande y estructural, sin distracciones, sin embelecos palaciegos o cargando broncas con los empresarios que si generan empleo permanente, estable y seguro.
Nos creen tontos cuando nos reducen a contarnos cómo votos y no como ciudadanos activos, pensantes, propositivos y concientes sobre la imperiosa necesidad de hacer las cosas bien, sin dobleces, ni maniqueismos.
Me niego a creer que seamos borregos de unos y otros , de los extremos ideológicos que nos condujeron hasta acá y de los que según sea el caso de creen mesiánicos opositores.
Me niego a creer que no seamos capaces de llegar al centro del problema, a mediar soluciones sin apetitos mezquinos, del todo vale y del atajo para lograr la meta, y que esto requiera pararse luego en la cabeza de otros que antes nos dieron su apoyo. Descalificando a las personas por su color, por su origen, por su religión, o por sus creencias.
La decencia no riñe con nadie, es valorar al otro, teniendo respeto por la diferencia que enriquece la discusión, alimenta el conocimiento y lleva al consenso. Me gusta el centro porque me acorta las distancias, me deja ver las capacidades de todos sin desconocer sus límites, me gusta la tibieza porque me permite la serenidad y objetividad que facilitan la comprensión necesaria y no la ira enceguecida del opositor. El centro ofrece una útil y rentable posición para acortar la distancia entre el problema y la solución, entre la incertidumbre que genera el riesgo y la esperanza que traen las Oportunidades. Esa es la pasión por el servicio que sirve para que nos miremos como hermanos en un pais que entiende que las diferencias nos hacen inmensamente ricos en culturas y formas de vida, pero que no por eso nos hacemos enemigos.
Quieres seguir en esta división ruinosa o construir un centro que nos permita crecer de manera ordenada, sistemática y Oportuna.
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