Pende de un hilo la voluntad de aquel que desconoce la fuerza creadora de un abrazo.
Y es que ahora nos acostumbramos a enviar emojis de abrazo como si eso sustituyera la emoción de esa transmisión térmica de los cuerpos. Una elusión postmoderna para reemplazar estérilmente el efecto del contacto de los sístoles y diástoles que se unen cuando nos abrazamos de frente.
En contraste, parece ser que como es tan natural tener cerca a los que amamos, se nos pasa la vida ignorando la energía reparadora de esa extensión natural de los brazos sobre y su duración depende del ánimo que nos asista y -aunque a otros asusta- los finalicemos con la connatural palmadita de desactivación de ese momento sublime, cuando nos retiramos cadenciosamente de la espalda de nuestro abrazado.
Cabe entre pechos los deseos por el bienestar y espanta lo malhadado de un día, cuando nose s juntamos en un abrazo acogedor y desprovisto de prevenciones.
Es ese momento en que dejamos nuestros escudos y lanzas que nos ocupan en la batalla diaria por subsistir y existir para darnos cabida en esa unión de brazo y recordarnos que sin ese abrazo es casi imposible resistir y mucho menos persistir en la brega diaria, y que en lugar de armas deberíamos agarrar juntos el azadon.
Ese abrazo cordial, sutil, tímido, de lado o el estrecho de frente, es aquella forma socialmente aceptada de un beso que se niega al amigo, pero que otorga la solidaridad suficiente para reforzar el cariño desprovisto de lujuria.
El abrazo de ceremonia que revuelca episodios de felicitación efímera o condolencia eterna, por los éxitos propios o las partidas de otros. Ese que se nos quedó pendiente por el afán del momento, por la poca conexión que nos deja o por el formulismo social que nos impone el saludo o la despedida fugaz que nos aleja de vernos más comprometidos de lo que quisiéramos.
Deseado o impuesto, familiar o novedoso, no deja el abrazo ninguna sensación incómoda, antes bien liberadora de egocéntricos espacios vitales, permitirnos bajar del pedestal puede ser alivianante y aliviador de falsos positivos afectivos. Una liberación momentánea pero que deja sin razones a la ya molesta aprehensión que nos imponen los ridículos convencionalismos sociales.
Ahhh, y no podemos dejar aparte de esta oda, al ya mencionado abrazo lujurioso. Ese que con pasión no solo junta los pechos sino que conquista con ardor el deseo por el otro... Ese abrazo que invita a deslizarse por la cara del otro y encontrar la boca cargada de deseo y sin falta logre rebasar la cara para cedernos el paso a la frontera invisible, que se abre camino hacia el indefenso cuello y nos hace conscientes de esa sensación indescriptible al sentir la respiración agitada, invadiendo sin permiso nuestros oídos, revelando el secreto de las ganas atrapadas.
Abrazos de todos modos, son la mejor y más valiente expresión de un corazón que necesita bombear más que sangre, emociones. Abrazos por doquier y de todas las formas para dejar de acumular sentimientos y repartir cariño para deshacernos del exceso y...Abrazos en el aeropuerto, la iglesia y el cementerio, la playa, el hotel y el carro, en la fila o el café, pero dónde más se necesita...que es sin lugar a dudas y sin arrepentimientos ...en cualquier lugar!