Todo pareció atrapado en la moraleja de aquel conejo encantador, que siempre inquieto, confiaba en su ventaja sobre la tortuga; nada mas equivoco que la confianza, que casi siempre está bajo sospecha.
Y recordó cómo estuvo la faena previa: Recorrieron palmo a palmo la suave piel, que se ofrecía inquieta, conociéndose cada cicatriz, repasaron cada lunar y surco posible de sus leves y usadas formas, y sonrió al recordar la torpeza con que ambos, desnudos y ebrios, se despojaron mutuamente de la ropa y encendieron por fin sus escondidos temores sobre aquel territorio blanco de telas frías, que hacía poco la mucama había tendido con esmero para que todo quedara en orden, seguramente bajo la mirada inquisidora de una jefe draconiana que resoplaba amargura moralista imaginando esa escena, por lo que odiaba trabajar allí.
Y en efecto, nada quedaría en orden. La apacible comodidad de aquella alcoba pronto ardería al ritmo diastólico de aquellos "querientes ocasionales" y sus maniobras sin libreto, quizas apasionadas y quizas fugaces ... Y es que recordemos que entrados en esa batalla nadie recupera la cordura, el sudor no tarda en recordarnos como perdemos con voluntad y mucho mas si hay magia y al final...todo queda sumido en un sueño, con el reposo de los exhaustos amantes .
Expectante, creyó en la verdad ruinosa de sus palabras y vio renacer la esperanza. Hasta se peino para asi mirarse en el espejo y devolverse pareceres de autoconfianza.
Se abandonó sin precauciones y dejo que no le importarán las gotas de sangre que siempre causa el caprichoso Cupido, que ligero de ropas, va por ahí lanzando tentaciones en forma de flechas, con la puntería ancestralmente imprecisa que muchos le conocemos.
Trajo a ese amanecer marchito, una mirada entre amantes , furtivos, casi sorprendidos de haber llegado hasta allí sin mediar más que tres o cuatro frases lógicas y eso si...Miles de disparates por minuto.
Al final. Quien puede decir que ha olvidado una noche de copas así?
Suele ser - en el fragor de la repeticion- que surjan las cuestiones naturales de la incertidumbre con el futuro inmediato, esa que trae el amanecer al recuperar la cordura o -quizás- se sorprendan haciendo planes para eternizar ese momento perplejo de aquel primer encuentro, esa forma en que nos negamos la posibilidad de morir en la desilusión y por la que prefiero siempre el engaño que da la vida